
En la nueva economía del cambio, las empresas que sobreviven no son las que recortan más rápido, sino las que reorganizan con inteligencia. Aprender a rediseñar sin despedir es hoy una competencia estratégica de liderazgo.




En 2025, los espacios de trabajo flexibles se consolidan como tendencia global. Prometen mayor productividad, bienestar y retención de talento, pero estudios recientes muestran que, si no se gestionan bien, pueden reducir la comunicación y la confianza entre equipos.
Desarrollo organizacional10/09/2025
RedaccionEn la última década muchas empresas han invertido millones en transformar sus oficinas. El modelo de cubículos cerrados parece obsoleto frente a las nuevas sedes abiertas, flexibles y cargadas de tecnología que prometen productividad, innovación y bienestar. Apple, Google o Deloitte han convertido sus edificios en símbolos de modernidad, con espacios verdes, estaciones móviles, ambientes que cambian con sensores inteligentes y entornos diseñados para que las personas quieran estar allí.
Las cifras parecen respaldar esta apuesta. Investigaciones recientes muestran que trabajar en oficinas flexibles o cerca de casa eleva en un 67% la proporción de empleados que califican su productividad como excelente. Además, los modelos híbridos con espacios descentralizados podrían reducir la rotación voluntaria hasta en un 20%, lo que representa un ahorro significativo para las compañías que compiten por atraer y retener talento.
El entusiasmo, sin embargo, no es unánime. Una investigación de la Escuela de Negocios de Harvard encontró que, tras pasar de cubículos a escritorios abiertos, la comunicación cara a cara entre colegas cayó cerca de un 70%. Lo que debía fomentar la interacción terminó incentivando el silencio, con más correos electrónicos y mensajes instantáneos y menos conversaciones directas. La exposición constante, lejos de generar confianza, llevó a muchos a resguardarse en la virtualidad.
Estos hallazgos muestran que el espacio físico no es una solución automática. Una oficina abierta puede convertirse en un motor de colaboración, pero también en un escenario incómodo si no se acompaña de reglas claras, cultura de confianza y opciones de privacidad.
La experiencia internacional y regional coincide en que los espacios flexibles funcionan mejor cuando no se imponen como receta única. La clave está en ofrecer variedad con zonas abiertas para la interacción, rincones reservados para la concentración y condiciones que permitan a cada equipo elegir cómo trabajar. La infraestructura importa, pero sin gestión del cambio puede quedarse en un gesto estético.
El futuro de las oficinas no se definirá únicamente en los planos arquitectónicos, se construirá en el delicado equilibrio entre espacio, tecnología y cultura, donde la confianza entre las personas tendrá tanto peso como el diseño del mobiliario.
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